lunes, 11 de abril de 2011

Homenaje a Galileo Galilei y a Salvatore Puledda

El 7 de Enero de 1989, asistí a un homenaje a Galileo en la Piazza di Santa Croce, en Firenze. El orador principal era Puledda. Antes de comenzar me abrazó afectuosamente y, en voz baja, repitió las palabras que había dicho en su laboratorio hacía siete años: «...cada uno hace campaña a su manera». De inmediato extrajo unos papeles y comenzó a disertar ante los micrófonos.

«Yo Galileo Galilei, catedrático de matemáticas en la Universidad de Firenze, públicamente abjuro de mi doctrina que dice que el sol es el centro del universo y que no se mueve, y que la tierra no es el centro del universo y si se mueve. Con corazón sincero y no fingida fe, abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías antes mencionados, y cualquier otro error, herejía o secta contraria a la Santa Iglesia.«

Este es el texto de la abjuración arrancada a Galileo, bajo amenaza de tortura, el 22 de Junio de 1633 por el Tribunal de la Inquisición. Galileo abjuró para no sufrir la suerte de GiordanoBruno, quien fue conducido a la hoguera con un madero dentro de su boca para que no hablase, y quemado en Campo dei Fiori en Roma, un día de invierno del año 1600».

Cuando mencionó la mordaza de Bruno lo noté tan conmovido que pensé si acaso él mismo se sentía oprimido como para no poder explicar completamente su verdad.

Pero más adelante dijo:

«... los poderosos de la Tierra, han comprendido rápidamente que la Nueva Ciencia podía ser utilizada para alimentar su avidez. Así han producido "una progenie de gnomos con inventiva' (como los llamó Bertold Brecht), dispuesta a vender su ciencia para cualquier finalidad y a cualquier precio, cubriendo la Tierra con máquinas de muerte».

Luego de media hora, concluyó:

«...pedimos aquí, frente al edificio que guarda la tumba de Galileo, pedimos a todos los científicos del mundo que, finalmente, la ciencia se utilice para beneficio de la humanidad Con la voz que hoy resuena en esta plaza, lanzamos este llamado: que en todas las universidades, en todos los institutos de investigación, se instituya un juramento, un voto solemne (análogo al de los médicos, creado por Hipócrates en los albores de Occidente) para utilizar la ciencia sólo y exclusivamente para vencer el dolor y el sufrimiento, para humanizar la Tierra».


J. Valinsky (Prólogo al Informe Tokarev)